Delitos de Sangre

ENRIQUE BLANCO, El Fantasma del Cibao

Magaly Rivera

Send us a text

Support the show

Envíe su historia :amigasensangre@gmail.com
Suscríbanse!
Dele 5 Estrellas!
Gracias por apoyarnos!

Speaker 1:

Dicen que hay nombres que se pierden con el tiempo, que el viento se los lleva con el primer aguacero, pero hay otros que quedan grabados en la tierra como cicatriz En el Cibao, en medio de cafetales, caminos de lodo y gallos cantando al amanecer. Todavía hay quien menciona su nombre en voz baja, como si el monte pudiera oír. Algunos lo llaman asesino, otros lo llaman rebelde y para muchos fue simplemente un hombre al que la dictadura no logró domesticar. Pero lo que sí es cierto es que su historia no es una cualquiera. Esta es la vida y la muerte de un hombre que se convirtió en leyenda entre los pliegues del miedo y la pólvora. Esta es la historia de Enrique Blanco, el fantasma del Cibao, del hombre que le sacó el dedo al dictador. Hola, mi gente, bienvenidos a su canal Delitos de Sangre. Yo soy Magaly. Gracias por acompañarme durante este nuevo episodio. Los invito a que se suscriban al canal, me dejen un comentario, me den un like o compartan este video para que llegue a donde más personas.

Speaker 1:

Enrique Blanco Sosa nació el 14 de enero de 1907 en una comunidad rural llamada Don Pedro de Peña, en el municipio de Tamboril, provincia de Santiago, un pueblo como muchos otros en el Cibao de la época, sin electricidad, sin agua potable, pero con tierra fértil y gente trabajadora. Era uno más entre 10 hermanos, hijo de Eugenio Gengo Blanco, un campesino que se ganaba la vida sembrando tabaco, y de Euberdina Sosa, una mujer callada fuerte que crió su muchachada como pudo entre rezos y fogón de leña. La niñez de Enrique no fue fácil, pero tampoco fue distinta a la de otros campesinos de su tiempo. Desde pequeño trabajaba la tierra, ayudaba a su padre en los conucos y, como casi todos los niños de la zona, fue poco a la escuela. De hecho, de adulto, él mismo admitía que apenas sabía leer o escribir. Su educación vino más del machete, el buey y el río que del lápiz. Lo que sabía, lo aprendió del campo, de la disciplina, de los amaneceres sin descanso, la fe de los que rezan mientras siembran y la ley del más fuerte que allá no se discutía sino que se respetaba. Rezaba todos los días. Creía con devoción en la Virgen de las Mercedes, en San Miguel Arcángel y cargaba escapularios estampitas y oraciones dobladas en los bolsillos.

Speaker 1:

Pero también creía en cosas del otro mundo, como la brujería, las malas sombras y en lo que no se ve pero se siente. Él juraba que no todo enemigo tenía carne y hueso, que había que cuidarse de lo que uno no entendía. Era un niño callado, pero fuerte. No era de por sí un niño rebelde, sino que era un niño que simplemente no encajaba. Le gustaba treparse a los árboles, corretear por los campos y tenía un carácter difícil.

Speaker 1:

Dicen que era de mecha corta, que no se dejaba humillar ni por los mayores ni por los vecinos. Si lo empujaban, él empujaba más fuerte y si lo miraban feo, devolvía la mirada con el ceño fruncido. O sea que desde pequeño se notaba que Enrique Blanco no iba a ser nada fácil de dominar. Dicen que desde niño tenía un brillo raro en los ojos, como quien sabe desde temprano que no va a morir tranquilo. Y mientras otros niños jugaban con trompos o corrían detrás de las gallinas, ya la andaba con el machete en la mano y la mirada hacia el monte. Esa infancia hecha de necesidad, superstición y silencio fue la que le forjó el alma, la misma que años después lo haría capaz de desafiar al régimen más violento que ha conocido la República Dominicana.

Speaker 1:

Cuando creció, ya no era el niño tímido del campo. Enrique se convirtió en un joven alto, de mirada dura y cuerpo fuerte por el trabajo, pero su carácter no mejoró. No se sabía si buscaba respeto, libertad o simplemente alguien con quien desquitarse la rabia. Lo cierto es que ya para los 18 años era bien conocido en su zona, pero no exactamente por cosas buenas. Su reputación lo precedía y no todos se sentían cómodos estando cerca de él.

Speaker 1:

A los 19 años, en 1926, enrique Blanco cambió el machete por un rifle y se metió al Ejército Nacional. Vio el machete por un rifle y se metió al ejército nacional, el cual todavía estaba bajo el gobierno de Horacio Vázquez, justo antes de que Trujillo tomara el poder. Lo hizo con ayuda de un general amigo de su papá, pedro M Estrella, mejor conocido como Don Piro, y al principio parecía tener futuro. Era disciplinado, sobre todo cuando estaba sobrio. Enrique cuidaba su uniforme, mantenía su aspecto impecable y tenía buena puntería. Pero esa buena cara duraba poco, porque cuando bebía que solía ser casi siempre después del servicio todo cambiaba. Se metía en juegos de azar con mujeres, peleas de cantinas en las peleas de gallo y todo lo que el reglamento militar prohibía.

Speaker 1:

Tenía talento como soldado, pero su conducta lo arrastraba hasta el punto de que sus compañeros no querían patrullar con él. Decían que era impredecible, violento y más peligroso con un cuchillo que con un fusil. Uno que estuvo con él en el centro de adiestramiento, dijo, y cito cuando Enrique estaba serio, parecía general, pero con dos tragos, parecía un demonio con uniforme. Aunque tenía buena puntería y una fuerza física notable, su conducta seguía siendo un problema Y dicen que más de una vez provocó desórdenes en el cuartel. Cuando no estaba patrullando o en entrenamiento, lo encontrabas en el baile.

Speaker 1:

Le gustaban mucho las fiestas de campo, esas que duraban hasta que salía el sol, con músicos tocando en vivo, sudor ron barato y el merengue ripiao sonando sin descanso. El merengue ripiao era su debilidad, ese ritmo acelerado, tocado con acordeón, tambor y guira, lo volvía loco. Enrique era de los que llegaba a la fiesta con el uniforme puesto y lo dejaba todo sudado, bailando con cuanta mujer se cruzara. Dicen que bailaba como si estuviera en guerra, con fuerza, con rabia y sin soltar el trago en la mano. Ahí, enrique Blanco era feliz. Pero también ahí empezaban los problemas, porque cuando tomaba más de la cuenta que era, casi siempre pasaba de alegre a peligroso.

Speaker 1:

En lo que dura una tambora Le daban ataques de celos, buscaba peleas con cualquiera que lo mirara mal y a veces hasta sacaba un cuchillo en medio de la música. Una vez, en una fiesta en Boca Chica, hirió a varios y terminó con la vida de uno todo por una discusión de borrachos que se fue a mayores. Lo arrestaron y lo enviaron seis meses a la fortaleza Osama. Pero no cumplió la sentencia completa porque lo movieron por unos cambios políticos que hubo. Aún así, el ejército le levantó el castigo y le dio otra oportunidad. Volvió al servicio, pero la fama ya lo seguía, y en el ejército la fama de hacer cosas locas no se borra tan fácil.

Speaker 1:

El merengue ripiado siguió siendo parte de su vida. Ese era su escape, su veneno y su adicción. En una fiesta terminó disparando al aire y en otra, presuntamente una bala alcanzó a un civil. Y esa mezcla de ritmo, descontrol y violencia fue la que, poco a poco, fue empujando a Enrique Blanco hacia el monte, hacia la fuga y hacia la leyenda. Nunca fue condenado, pero su expediente hablaba por sí solo Indisciplinado, violento, impredecible Y a pesar de eso llegó al rango de cabo.

Speaker 1:

Después de tres años el ejército decidió que ya era suficiente. El capitán de su compañía no quiso saber más de él. Lo botaron del ejército por violar los reglamentos, por andar bebiendo, peleando y creando tensión entre los soldados. Y así como entró, salió, volvió al campo con sus padres, pero solo por un tiempo. En 1929, cuando él tenía solo 22 años su madre Obardina falleció. Ese fue uno de los primeros golpes que lo sacudió.

Speaker 1:

De verdad, dicen que desde ese momento Enrique cambió, que ya no tenía con quién desahogarse, que ya no había nadie que lo llamara al orden, que esa mujer que lo aguantaba todo ya no estaba. Y ahí él empezó a endurecerse. Sin su mamá, enrique se volvió más frío, más impulsivo y más peligroso. No fue de inmediato, pero ese duelo se le quedó pegado en el alma Y algunos dicen que esa pérdida fue lo que terminó de empujarlo hacia el camino que nadie pudo detener. Después Lo peor estaba por venir. Y aquí es donde hay que hacer una pausa para entender el panorama.

Speaker 1:

Y quiero dejar claro que esto no se trata de política. Yo en la política no me meto porque no la entiendo. En realidad no sé nada ni hablo de política, pero para darle contexto a la historia, porque estamos hablando de los años 30, cuando Rafael Leonidas Trujillo ya era dueño y señor de la República Dominicana. Su dictadura, que comenzó en 1930 y se extendió por más de tres décadas, no era solo un gobierno autoritario, era un régimen de control total, donde nadie hablaba más alto que el jefe. En el país no se movía una hoja sin su permiso. La policía le respondía a él, el ejército le era fiel, la prensa publicaba sólo lo que él autorizaba y hasta las iglesias tenían que andar con cuidado Quien desobedecía desaparecía. Trujillo creó un sistema donde ser oposición era igual a ser enemigo del estado. Y cuando alguien como Enrique Blanco, que ya tenía historial de indisciplina, que había sido militar, que sabía usar un arma y que se negaba a agachar la cabeza, se negaba a obedecer, se volvía una amenaza, no una cualquiera, sino una amenaza personal para el dictador. La gota que derramó el vaso fue cuando Enrique intentó reingresar al ejército a los 23 años, en 1930, ya bajo el régimen de Trujillo, lo enviaron al centro de entrenamiento en el kilómetro 9 y luego fue otra vez a la fortaleza Osama. El dictador ya había tomado el poder y consolidado su aparato represivo. Enrique, quizás por necesidad o por falta de rumbo, quiso volver, pero en 1931 se repitió el patrón con la cantina, las peleas y los tiros.

Speaker 1:

Enrique Blanco se vio involucrado en un grave incidente Durante una pelea en una taberna de juegos en la parte alta de la ciudad de Trujillo. Varios soldados participaron en una riña que incluyó el uso de bayonetas y armas de fuego. Enrique Blanco disparó su revólver matando a un barbero e hiriendo a un cabo gravemente. Tras este evento desertó el ejército para evitar las consecuencias legales, pero existe otra versión que sugiere que desertó después de que un grupo de oficiales y soldados intentara arrestarlo por supuestos vínculos con opositores al régimen que planeaban un complot contra Tujillo. Ahí fue que él decidió desaparecer. Sabía que si se quedaba, lo mataban o lo enterraban en una celda, así que él agarró su arma y se fue al monte Y desde ese momento el ejército dejó de ser su uniforme y se convirtió en su perseguidor.

Speaker 1:

Se llevó su fusil, se internó en el monte y nunca más volvió a la vida común. Desde entonces fue considerado un prófugo, un enemigo del régimen, y lo empezaron a perseguir como si fuera una bestia salvaje. Empezaron a perseguir como si fuera una bestia salvaje, pero él no se escondió del todo. Según la historia, desde los montes del Sibao comenzó a atacar patrullas, a emboscar soldados y a moverse de finca en finca como una sombra. Nadie podía atraparlo. Sabía dónde dormir, por qué veredas caminar, a quién sobornar y de quién cuidarse. Era, en palabras de los campesinos, un fantasma armado.

Speaker 1:

Durante este tiempo se le atribuyeron múltiples crímenes contra personas vinculadas al régimen de Trujillo, lo que llevó a catalogarlo como un criminal peligroso. Algunos lo veían como un valiente opositor a Trujillo, mientras que otros lo consideraban un bandido asesino que mantenía al país en zozobra. Y ahí nació la leyenda. Desde el momento en que Enrique se internó en el monte con su fusil, trujillo lo marcó. Lo que al principio parecía una decepción más se convirtió en un desafío al poder absoluto. Y eso, mi gente, eso no se perdonaba.

Speaker 1:

El régimen no solo lo declaró prófugo, lo convirtió en enemigo público número uno en la región norte. Se emitieron órdenes de captura, se ofrecieron recompensas por su cabeza, vivo o muerto, y comenzaron los operativos. Peinaban las montañas, los ríos, las veredas, los cafetales. Soldados mal entrenados, y muchos de ellos con miedo, eran enviados a buscar a un hombre que conocía el monte mejor que nadie, que sabía moverse sin ser visto y que, si era necesario, disparaba primero y preguntaba después. Ahora a Enrique le atribuían todo que había matado guardias, que secuestraba campesinos, que asaltaba para comer, pero en muchos casos no había testigos, ni pruebas, ni cuerpos.

Speaker 1:

Eran solo rumores. Lo que sí está documentado es que terminó con la vida de al menos un sargento del ejército, posiblemente Teodolberto Blanco o Teodolberto Castro, dependiendo de la fuente. También se decía que había ajusticiado a un supuesto brujo haitiano después de haberle hecho un trabajo de protección en el que, supuestamente, el brujo le dijo ahora solo dos personas pueden terminar con tu vida Dios o yo. Pero la línea entre realidad y leyenda se empezó a borrar. Muchos campesinos comenzaron a verlo como un Robin Hood criollo, como alguien que no se dejaba del jefe y que era capaz de hacer lo que nadie se atrevía. Y eso enfureció aún más al régimen. Y aquí fue entonces cuando Trujillo decidió apretar. Si no podían atraparlo a él, entonces iban a hacerle daño por donde más duele su familia.

Speaker 1:

A finales de 1936, empezaron las represalias, uno por uno. Algunos los mataron en supuestos enfrentamientos, a otros simplemente los ejecutaron. Se sabe que eran nueve en total, incluyendo a Enrique, y al menos tres de ellos fueron asesinados directamente por el régimen de Trujillo. Ramón Eugenio y Jesús María Blanco fueron los primeros. Los sacaron de sus casas, los interrogaron y nunca más se supo de ellos.

Speaker 1:

El 24 de octubre de 1936, esos cuerpos de sus hermanos, ramón Eugenio y Jesús María Blanco cuerpos de sus hermanos Ramón Eugenio y Jesús María Blanco aparecieron tirados en unos matorrales en las afueras de la vereda en Tamboril. Estaban ya descompuestos y habían sido abandonados. Los habían asesinado sin compasión y los dejaron allí como si fueran nada, pero lo más bajo, lo más inhumano. Vino después, cuando los vecinos y familiares intentaron darles una cristiana sepultura. El régimen no lo permitió. Les prohibieron hacerles un funeral, no los dejaron llevarlos a la iglesia ni ponerle una cruz.

Speaker 1:

¿y por qué? porque ese mismo 24 de octubre era el cumpleaños de Rafael Leonidas Trujillo, y eso no se podía ensuciar la celebración con el entierro de los hermanos de un rebelde, así que los familiares fueron obligados a callarse y a esconder su dolor. No hubo misa, no hubo velorio. Los enterraron escondidas en silencio, sin campana, sin luto, sin Dios. Luego cayó Julio Antonio, al que le decían Chingo. Lo mataron en lo que parecía un operativo armado, pero la versión más creíble es que fue un asesinato ordenado directamente desde arriba. Poco después su padre, eugenio Blanco, también fue asesinado. Los vecinos contaban que un grupo armado lo buscó de madrugada y que salió con las manos en alto sin saber que esa sería su última noche.

Speaker 1:

En menos de un año Trujillo le había desaparecido a medio clan. La intención era clara quebrarlo. Pero no fueron los únicos. A los otros. Los desaparecieron, los encarcelaron o los hostigaron brutalmente.

Speaker 1:

Los pocos hermanos que sobrevivieron tuvieron que huir del Sibao, cambiar de nombre o vivir escondidos, y nadie podía ayudarlos, porque todo el que le diera techo, comida o simplemente solidarizara corría el riesgo de terminar igual. El régimen no solo buscaba matar a Enrique, buscaba aislarlo, dejarlo solo, destruir todo lo que lo hiciera sentir humano. Y si había alguien que lo amara, que lo recordara, que lo defendiera, lo convertían en enemigo también. Fue un acto de crueldad pura, una forma de decirle al pueblo miren lo que pasa con los que se atreven. Y eso, más que el mismo asesinato, fue lo que convirtió ese crimen en una herida abierta para una comunidad. Y aunque Enrique era terco como una piedra, ese dolor se le metió en los huesos. Ya, no era el mismo. Seguía escondiéndose, pero la rabia y la pena le pesaban más que el bulto que cargaba en la espalda.

Speaker 1:

Protegieran Los campesinos, los gallineros le daban comida, lo escondían en sus fincas y cuando los soldados llegaban preguntando por él, bajaban la cabeza y decían que no sabían nada. Gente sencilla del campo que por respeto, miedo, compasión lo ayudaban o le dejaban dormir algunas horas, pero también lo traicionaban. Algunos lo delataban a cambio de una bolsita de arroz o unos pesos. Y él lo sabía. Por eso nunca dormía dos veces en el mismo sitio, nunca se dejó ser visto en el mismo lugar, nunca confiaba plenamente. Se hablaba de que tenía una amante secreta que le llevaba noticias. Otros decían que era un alma solitaria, que solo hablaba con el machete, con la escopeta y con sus muertos, que vivía pensando en sus hermanos, en su papá y en su madre, que ya no vería, que cargaba dolor como quien carga piedras en los bolsillos piedras en los bolsillos. Con el tiempo su cuerpo empezó a rendirse Las piernas le dolían, las tenía hinchadas de tanto caminar, le sangraban los pies, tenía heridas sin curar, pero no se detenía, porque detenerse era morir.

Speaker 1:

Vivía con el oído puesto en el monte Si un perro ladraba, si una rama crujía, oído puesto en el monte si un perro ladraba, si una rama crujía, si un gallo cantaba a una deshora, sabía que algo venía. No usaba reloj. Su tiempo lo marcaba el miedo. Era un hombre caminando entre lo humano y lo salvaje, ni libre ni preso, ni vivo ni muerto, y aún así nunca se entregó. Cargaba encima amuletos, rosarios y un revólver Smith Wesson que cuidaba como oro.

Speaker 1:

Vivía entre la fe, la superstición y la atención. Se decía que se ponía la ropa interior al revés para que no lo encontraran, que se encomendaba a la Virgen de las Mercedes todas las noches y que juraba que no se iba a entregar, pero tampoco iba a morir solo. Fue entonces, cuando dicen, que decidió su propio final. Una versión cuenta que le pidió a su amigo Delfín Álvarez que le disparara, que cobrara la recompensa y que dijera que fue él quien lo atrapó. Otra versión, la oficial, dicen que lo mataron durante una regada.

Speaker 1:

Lo cierto es que murió en noviembre de 1936, acribillado. Cuando finalmente lograron matarlo, ya fuera por balazos de un campesino o por un operativo directo, trujillo no se conformó con el reporte oficial. No, él necesitaba un espectáculo, porque esto no era solo capturar a un prófugo, era darle una lección pública al país entero, a los que pensaban en desafiar su poder, a los que escondían fugitivos, a los que creían poder burlar al Estado desde los montes. ¿y qué hizo Trujillo? Lo paseó. Asimismo, el cadáver de Enrique Blanco fue exhibido como si fuera un trofeo de guerra. Lo montaron en un camión militar y lo llevaron por los pueblos del Cibao, mostrando su cuerpo maltrecho, lleno de balazos, a plena luz del día. Por Santiago, por Moca, la Vega, san Francisco, la gente se aglomeraba a los lados de la carretera, unos con morbo, otros con miedo y muchos con rabia contenida, y los soldados gritaban aquí está el bandido, el asesino. Miren cómo terminó. Dicen que le amarraron un cartel al pecho que decía este fue Enrique Blanco.

Speaker 1:

Otros aseguran que el propio Trujillo ordenó tomarles fotos, desnudo, colgado por los brazos, para enviarlas a los destacamientos rurales como advertencia, una humillación final, una ejecución extendida más allá de la muerte. Y en los periódicos de la época, todos controlados por el régimen, se publicaron titulares como cae el bandido del monte, se restaura la paz en el Cibao. Paz, decían ellos. Pero para muchos lo que se había matado era la última chispa de rebeldía que quedaba viva entre los cafetales. Porque, más allá de que Enrique Blanco fuera o no un héroe, más allá de si mató por odio o por desesperación, el mensaje era uno solo Nadie, absolutamente nadie podía desafiar al jefe y salir con vida. Lo mataron pero no pudieron callarlo, porque cuando un hombre se convierte en símbolo, ya no vive ni muere como los demás. A veces la realidad no basta para explicar lo que una persona provoca Y en el caso de Enrique Blanco, la realidad se quedó corta, porque su historia no solo se escribió con sangre, también se escribió con miedo, con rumores y con cuentos susurrados al oído.

Speaker 1:

Y ahí, entre la verdad y la imaginación del pueblo, fue que nació la leyenda. Uno de los mitos más famosos era que Enrique Blanco podía convertirse en tronco de árbol, así como lo oyes. Decían que cuando los soldados lo buscaban en el monte, él se quedaba quieto pegado a un palo seco y que nadie lo veía. Que un guardia podía pasarle por el lado y jurar que no había nada ahí. Y era él ahí, respirando bajito, confundido entre las ramas, como si fuera parte del bosque. Otros decían que tenía un pacto con el Brujo del Norte y que podía volverse invisible por segundos, que cuando los rodeaban él desaparecía Y cuando los soldados lo iban a agarrar sentían una brisa y después nada Solo tierra, hojas y una huella que se desvanecía.

Speaker 1:

Solo tierra, hojas y una huella que se desvanecía. Un rumor contaba que una vez tres soldados lo acorralaron en una quebrada, dispararon al bulto y no dieron con él. Al otro día lo vieron en el pueblo como si nada sentado, comiéndose un dulce de coco. También estaba el cuento de que los perros no ladraban, que él tenía algo encima un amuleto, un polvo, una cruz al revés que los animales no detectaban.

Speaker 1:

Un comandante dijo que había llevado cinco perros entrenados a rastrearlo y que ninguno ladró. Era como si no lo olieran. Decía no-transcript rezar, que se encomendaba todos los días, que lo único que pedía era morir sin ser traicionado. Decían que, incluso después de muerto, su espíritu seguía rondando los caminos de Tamboril, vigilando como cuidando los suyos, y que si alguien mentía sobre él, se le aparecían los sueños para reclamar periódicos.

Speaker 1:

Pero nunca pudieron matar lo que el pueblo se inventó para seguir hablando de él. Porque cuando un hombre como Enrique Blanco vive como vivió él, entre la injusticia, la furia, la resistencia y la soledad, no basta con enterrarlo, hay que olvidarlo. Y eso, eso nunca pasó. Lo mataron en 1936, lo pasearon como trofeo y durante años su nombre fue usado para meter miedo, para justificar operativos, para limpiar la imagen de un régimen que no perdonaba la desobediencia. Pero con el tiempo la historia cambió de dueño, porque Enrique Blanco dejó de ser prófugo y se volvió en mito. Y luego se volvió en canción.

Speaker 1:

Décadas después de su muerte, el merengue popular lo rescató. Grupos como los Beduinos, wilfrido Vargas y otros músicos del pueblo le dedicaron versos, lo convirtieron en protagonista de corridos, lo nombraron el conquistador de la montaña. En esas letras no era un asesino, era un símbolo, un hombre que no se dejó que se le plantó al jefe, que vivió y murió sin arrodillarse. Santo Domingo hay una avenida con su nombre, aunque muchos caminan por ahí sin saber a quién están recordando. También fue personaje de cuentos.

Speaker 1:

Juan Bosch, el escritor y expresidente, se inspiró en su figura para escribir historias sobre hombres del monte alzados, figuras que no cabían en el molde que Trujillo quería imponer. Y en los campos del Cibao su nombre no se olvida. Todavía. Hay viejos que lo mencionan con respeto, con miedo o con orgullo.

Speaker 1:

La historia oficial lo llamó delincuente, asesino, enemigo del estado, pero la historia oral, la que se cuenta de boca en boca, los recuerda como un hombre al que le quitaron todo menos el coraje. Mató y huyó también, pero para muchos lo que hizo fue sobrevivir a un país que lo quería desaparecer. Y aunque los archivos digan una cosa y los militares digan otra, el pueblo se encargó de convertirlo en algo más grande que su expediente, en un símbolo, porque hay muertos que no descansan, que siguen caminando por los montes donde se escondieron. Enrique Blanco fue más que un prófugo, fue un eco del país que no quería callarse Y por eso, aunque quisieron borrar lo de la historia, sigue ahí, en cada historia como esta, en cada palabra dicha con respeto, en cada rincón donde alguien se niega a obedecer por miedo, porque hay balas que matan cuerpos, pero nunca, nunca las leyendas Y hasta aquí les llego mi gente con la historia de Enrique Blanco¿.

Speaker 1:

Conocías esta historia? gracias a la persona que me la recomendó. La verdad que no me acuerdo el nombre ahora mismo, pero muchísimas gracias, te lo agradezco. Me encantó esta historia y entiendo que él no era un héroe, no tenía una causa, no hizo cosas buenas, pero se levantó, hizo algo que otros no se atrevieron a hacer, nos atrevieron a hacer. Gracias por acompañarme durante este episodio. Gracias a la persona que me recomendó esta historia. Le dije que la iba a buscar Y aquí te la traje. En las otras estoy trabajando también. Nos vemos en el próximo video. Los quiero mucho. Hagan bien sin mirar aquí. Delitos de sangre, bye.

Speaker 2:

La historia dominicana algún día recordará a un hombre que en cuerpo y alma luchó por su libertad. Era un simple hombre de campo, un experto tirador. Se llamaba Enrique Blanco y fue todo ejemplo de audacia y valor. Se llamaba Enrique Blanco y fue todo ejemplo de audacia y valor. Se llamaba Enrique Blanco Y fue todo ejemplo de audacia y valor.

People on this episode

Podcasts we love

Check out these other fine podcasts recommended by us, not an algorithm.

pepe&chema podcast Artwork

pepe&chema podcast

Directed by José Grajales | troop audio